Existen distintos tipos de carbón que se pueden clasificar en dos grandes grupos:
Carbones duros: totalmente carbonizados, entre los que están la antracita y la hulla (carbón bituminoso).
Carbones blandos: pertenecen a épocas posteriores al carbonífero y que no han sufrido un proceso completo de carbonización. Entre estos, están los lignitos, pardos y negros, y la turba.
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Cuanto más altas son las presiones y las temperaturas, el carbón que se forma es más compacto y más rico en carbono y con mayor poder calorífico.
Atendiendo a su grado de metamorfismo (cambio de la forma y estructura debido a las acciones del calor, la presión y del agua), los carbones se podrían clasificar del siguiente modo.
Antracitas: son los carbones de mayor calidad, contienen del 85% al 98% en peso de carbono. Al ser de mejor calidad, poder calorífico también es alto.
Hullas: Dentro de esta clasificación aparece una amplia gama de carbones cuyo contenido en carbono abarca desde el 40% hasta el 85%. Son mucho más ricas en carbono y tienen un alto poder calorífico, por lo que son muy usadas, por ejemplo en las plantas de producción de energía. Están impregnadas de sustancias bituminosas de cuya destilación se obtienen hidrocarburos aromáticos y un tipo de carbón muy usado en siderurgia, llamado coque, también contiene elevadas cantidades de azufre.
Lignitos: Son los de peor calidad, con contenidos en carbono inferior al 40% Siguen siendo de menor combustión, aunque se usan en algunas centrales térmicas.
Turbas: No se consideran carbones, pues tienen un contenido en humedad muy alto, sobre un 90%. Son poco ricas en carbono y de menor combustión.